Rodrigo Andrés Pinto Jerez

Rodrigo Andrés Pinto Jerez, nació el 04 de octubre de 1973, sus padres son Miguel Pinto y Bernarda Jerez, sus hermanos son Sarela y los mellizos Juan y Miguel, este último, futbolista profesional y exseleccionado nacional.  Nació en Talagante, sin embargo su vida ha transcurrido en su pueblo de Malloco.

A los 9 años comienza como jugador de campo en el desaparecido Club Unión Balmaceda, donde jugó hasta 1985. Este año, José Díaz, hoy expresidente del Club de Deportes Malloco Atlético, lo fue a buscar para que ingresara a la Institución.

Su padre le da la autorización para firmar, y desde entonces commienza a tener su vestimenta deportiva completa, que era la que proporcionaba el club a sus jugadores, a diferencia de lo que ocurría en otras instituciones, donde este requisito no se daba.

“También era una motivación extra el desayuno y las colaciones que nos daban a los cadetes”, recuerda Rodrigo, con autenticidad y humor.  Aquí se quedó hasta los 16 años e integró todas las divisiones malloquinas. Entonces, un compañero de equipo, Cristián Silva, lo llevó al equipo cadete del Club de Deportes Cobresal.

En esta etapa, por allá en el año 1989, comienza a comprender que puede financiar su vida jugando fútbol. Así llega el año 1991 y alterna su juego entre Cobresal y Malloco Atlético, y se permite jugar hasta como delantero, en circunstancia que su puesto es el arco.

Posteriormente, en 1993, jugó en Municipal Talagante.  En el año 1994 va al equipo profesional Melipilla, donde se quedó cuatro años.

En 1999 pasó a jugar en Santiago Morning, club de la primera división del fútbol profesional donde cumplió una destacada participación que lo llevó incluso a ser seleccionado nacional.

“Entregué todo de mi hasta que llegó nominación a la selección nacional de Nelson Acosta, en 2000-01. Cumplí muchos sueños en menos de tres semanas. En 1999 pisé el Estadio Nacional, jugué a estadio lleno. Antes de jugar lloré de emoción, de estar ahí, de haber cumplido estos sueños y porque ahí estaban mirándome mis padres, que habían hecho muchos esfuerzos para que yo llegara allí, dándome el pan de cada día”.

Pero después de llorar, confidencia, “había que trabajar porque uno no puede seguir inmerso en los sueños. Había que jugar, desapareció la emoción y me concentré en el juego. Al recordar esos tiempos siento algo parecido a la emoción de ese día. El gran trabajo lo hizo mi familia, mi mamá, mi hermana, que creían en el profesionalismo”.

En su vida futbolística pasó por Ovalle, en primera B; San Felipe, en primera A; en 2004, vuelve a Santiago Morning, en primera B y en 2005, como él dice, para levantar la copa como campeón y subir a la División de Honor.

Luego vienen problemas físicos, desgarros, corte de ligamentos, meniscos y operaciones y, en consecuencia, el retiro. Pero no dejó de lado la institución que lo llevó al fútbol profesional, Malloco Atlético, aquí continua como jugador de la serie sénior B y apoyando cada una de las instancias que se necesiten.

“La vida da muchas vueltas pero cuando volví a Malloco me encontré con los mismos amigos y eso es una satisfacción personal porque la calidad no solo es futbolística, sino la que tienen como personas y ella sigue intacta…”

“Malloco Atlético no puede dejar de existir porque si ello ocurriera a cada uno de los deportistas que lo han integrado se les iría un trozo de vida, una reseña histórica de lo que cada uno de ellos ha vivido. Para que Malloco siga viviendo necesita de todas las personas.”

Por eso, le interesa dejar un legado. 

Por ahora ya tiene uno y es su hermano, Miguel, que juega en el Club Correcaminos, de México. Pero, también están los niños futbolista que militan en Malloco Atlético.

“Si un niño quiere el fútbol como profesión tiene que vivir y comer fútbol… dedicarse por entero y eso es difícil porque el mundo tienta con la droga, el alcohol. Si un niño quiere esta profesión tiene que vivir para el deporte… no hay sueños imposibles, si se ponen metas, ellas pueden ser posibles y eso depende de uno mismo…